Mientras preparo la cartera del cole para mañana volver al trabajo, observo a mi perro que me acompaña a todas partes. Antes era un perro solitario e independiente que no le gustaba ser molestado por nadie, pero desde que se ha convertido en una abuela, ahora es mi pequeña sombra que siempre esta detrás de mí. No importa donde esté ni lo que haga, a mi derecha, verás siempre a mi pequeña demente senil en su eterno outfit negro. Se diría que es una prolongación protuberante de mi persona que puedes encontrar intentando meterse en mi bolso, en mi maleta, en mi ducha o en mi cama. Cualquier día se pone mis tacones y me sustituye en las reuniones. También ahora le ha dado por escarbar. Eso si, esta actividad la practica a las 3.30 de la madrugada en punto. Será por eso de que a esa hora hay buena luz natural y el ruido se mitiga mejor, digo yo, vamos.
Por cierto, este efecto polaroid me tiene ojiplática.
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