martes, 18 de marzo de 2014

Climbing up the mountain

 
 

 
 
 
 
Madame Picapino, ya sé que estás con el pequeño lactante a estas horas y con suerte puedes leer este post. Tenía que decírtelo: No tenemos remedio. Nos dejan sueltas y se nos va la olla exactamente hacia donde queremos que se vaya. Ya sé, ya sé, que prometí hacerme mayor y que doy mucho el pego a veces, pero justo cuando tuve la oportunidad, justo cuando tenía que elegir el papel pintado, para esas malditas tres paredes que protegen la mesa donde todos hemos comido tantas veces y seguiremos comiendo, voy y me decido por éste.
 
Fijate que lo he intentado, quise mover el ratón hacía otro diseño pero no pude, quería éste. Estas montañitas hechas por alguna pelotilla nórdica de 4 años, que me recuerdan que soy una cabritilla y que siempre estoy subiendo montañas imaginarias, por el mero placer de subirlas.
 
Acostúmbrate. Ese rincón a partir de ahora será un espacio  escarpado y nevado. No olvides traer los prismáticos, porque desde lo alto de esas garabateadas cimas, podremos observar un montón de cosas.
 


domingo, 16 de marzo de 2014

Among peers







Navegando por la red, he encontrado esta publicación.  Cuando he leído su descripción, me he dicho a mi misma: Esto tengo que compartirlo con mis 1.500 amigas más íntimas, dado que creo que tengo entre manos, o mejor dicho entre web,   una revista hecha desde la primera página a la última para mujeres como nosotras. Dice así la publicación:  La revista Gentlewoman celebra la mujer moderna de estilo y propósito (....)  nos muestra experiencias de mujeres que nos inspiran,  por su combinación de glamour, personalidad y calor.  


Y nosotras de glamour, personalidad y calor derrochamos un rato. Tanto, que ya no nos queda nada.

lunes, 10 de marzo de 2014

Dance it

 
 


 
 
Ya se, ya lo se. Sé que ayer, como todos los domingos tarde, te has reinventado una vez más. Has jurado y requetejurado que tu vida debe cambiar, que no estás dispuesto a aguantar más lunes camino al trabajo colgado de la barra del metro o parapetado detrás del volante del coche. Ya lo sabemos, lo tuyo está en otra parte, y además increiblemente, siempre es en un sitio con playa.
 
Pero mientras vamos buscando nuestro centro vital, ese que creo que nunca encontrararemos (como dice una canción del grupo Miranda),  yo solo te digo: Baila! Baila los lunes por la mañana recién levantado, baila mientras te haces el café, vistes a los niños, te duchas; baila mientras discutes co tu pareja, o haces el amor (depende de tu capacidad acrobatica y el horario de entrada que tengas en la oficina), baila mientras recoges los trastos que regaste por toda la casa el día anterior o mientras sacas los tapper de la nevera para dejarlos preparados para la comida. Pero ante todo: Baila!. Y si cantas a gritado pelado al mismo tiempo que sostienes el bote de desodorante como si fuera un micrófono, eso ya es de Master.
 
Bailar no te va a solucionar nada, y lo de buscar tu centro vital, siento decirte que lo tendrás que hacer con terapias grupales "busca-centros-vitales". Solo puedo decirte que mover las pezuñitas y el cucu a tan prontas horas, te va a dejar la mar de relajado y preparado para aguantar lo que venga. Eso es lo único que puedo asegurarte. Eso, y la mirada ojiplática de los tuyos, mientras te proyectas aerodinámicamente sin cohesión por toda la casa. Esto último no tiene precio.
 
La canción perfecta para ir probando vuestras habilidades en el dance floor, es ésta.
 
Feliz lunes amigos.
 

viernes, 28 de febrero de 2014

I hate cupcakes




One dori of my own ©





Alguien tenía que decirlo, y en mi grupo me ha tocado a mi. Si efectivamente, es llegar a los 40 y en un plis te quitas la faja mental que llevabas desde hacía años, y todo lo que te parecía "cool european way of life"  cuando contabas con 39 años y medio, ahora a los 41 te mata del más absoluto aburrimiento. Que puedo decir,  esta edad es una montaña rusa genial.

Y en esas estamos mis amigas y yo. Todas en este devenir nihilista de la era post-cupcake. Esta revelación ha sido como la de San Pablo, pero no ha hecho falta caerme del caballo. Solo he tenido que deambular un poco por el barrio de Malasaña,  pasar por el escaparate de una de estas tiendas infernales de magdalenas travestidas, apoyar la nariz en la vitrina y comenzar a pensar que no hay nada que me fastidie más, que el hecho de que me intenten disfrazar la realidad cotidiana con estos infantiles moñetes de crema rematados con  lluvia de frijolillos de colores.

No señor, no!  El día a día no tiene nada que ver con esto. El día a día raspa un montón,  es más simple, más de andar por casa y con menos show de "mírame y no me toques"

Por eso, yo me siento más cómoda con el bizcocho de la abuela que hacen en la cafetería de debajo de mi casa. Un bizcocho casero mondo y lirondo sin mucha alharaca,  que a veces sale más crudo y otras justo en su punto.  Está  plagado en su interior de puntillas de cascara de limón que teóricamente sirven para dar un extra de sabor, pero que te hacen achinar los ojos de la acidez si no sabes retirarlas hábilmente con la lengua, cuando te metes un pedazo en la boca. 

Vamos, este bizcocho es como la vida misma: como te manejes mal, raspa. Por eso siempre vuelvo a él. 


(Para Jaime S. de Carvalho,  de quien heredé la mirada atlántica)