Como no podría ser de otra manera con Dori, me he dado cuenta que todos los procesos evolutivos los hago al revés. Explico como he llegado a tan digna conclusión.
Me acuerdo que antes hacía las maletas super zen. Metía lo mínimo y aprovechaba todos los espacios de las maletas. Era la Dori Zen de los aeropuertos, todo me cabía en la cáscara de un pistacho. Era digna de un publireportaje para las revistas de los aviones.
Pero ahora, que me he hecho más mayor y mis viajes se han intensificado, las cosas han cambiado. Sospechosamente, mis maletas han comenzado a desbordarse un poco. Ahora llevo ropa tanto para trabajar como para cambiar una bombilla, o recibir a la reina de Inglaterra. También meto todo tipo de trastos: el kindle, el movil, el ipod, el ordenador, las acuarelas para retratar a las personas que voy conociendo y el cuaderno de viaje con quinientos rotuladores para dejar memoria de cualquier sitio a donde voy. Me falta por meter el salón de mi casa, el cuarto y las plantas del balconcito por si puedo desplegarlos en alguna habitación de hotel, si me pongo morriñosa.
Al principio me he alertado y me he dicho a mi misma y a mis mismedades, que con estas edades de Lulú (como díria mi amiga Cansi) debería haber mejorado mi sistema de almacenamiento en maletas. Es decir, debería haber pasado del pistacho a la nano molecula, pero luego he pensado que no es cuestión de técnica, ni de optimización de espacios, sino de que mi vida se ha amplíado y es mucho más rica. Por eso me llevo todas mis experiencias, recuerdos y momentos en la maleta, ahora siempre que viajo.
Me he quedado tranquila al comprobar que a mis amigas las lolis barcelonesas, les pasa un cuarto de lo mismo. Como rebosan vida por todos los poros, sus maletas van a juego. Aparte de los 500 básicos imprescindibles, se llevan 350 botes de leche hidratante para pieles atópicas, las perchas para las chaquetas, los cereales de desayuno por si aflojan, y las bolsas de pipas para compartir por si tienen girl´s night viendo la tele.
No se puede evitar, si te desbordas en la vida, lo único que te queda, es comprar maletas más grandes.