Revolviendo entre mis papeles encontré hace unos días una vida alternativa que se inventó una amiga mía muy querida, aplicable a las dos. Me la envío en un email titulado " te propongo una vida alternativa". Siempre que lo leo, me río un montón por su frescura e ingenuidad. Es un perfecto homenaje a las cosas que nos hacen disfrutar a las dos. Allá va:
"Tu y yo teníamos que haber tenido 20 años en el periodo de entreguerras y haber sido francesas. Teníamos que habernos conocido en la facultad de derecho de la Soborna y habernos hecho amigas allí. Teníamos que habernos unido a la resistencia y llevar cartas escondidas en la liga, ir en bici, fumar (entonces no se sabía que era malo), beber vino y merendar en las pattisseries atendidas por mujeres con delantales blancos con puntillas. Teníamos que llevar el pelo cortado a lo garçon, los ojos pintados con Khol negro y las uñas de las manos cortas y muy rojas.
Tu siempre llevarías una boina francesa. Yo siempre un bolso negro de mano con cierre de monedero. Las dos, bonitos zapatos topolino.
Nos enamoraríamos de algún artista atormentado, sufriríamos mucho. Veranearíamos en la Riviera Francesa, iríamos en barco a Cerdeña, a Sicilia a comer raviolis de calabaza, siempre dentro de nuestras pamelas de paja.
Nos casaríamos con un judío de esos que se hacen así mismos (eso fijo) y emigraríamos a Nueva York huyendo de los nazis (las dos juntas por supuesto).
En Manhattan montaríamos un estudio de belleza femenino que se convertiría en un emporio (En mi historia, Estee Lauder no existe).
Nos haríamos multimillonarias y de viejecitas, ya viudas, viviríamos en una casa de madera pintada de blanco en los Hamptoms, llena de flores y porcelana inglesa.
Nuestras nietas nos adorarían (nuestras hijas no, eso por descontado) y vendrían a que les contáramos como conocimos a Picasso.
Por cierto, las dos tendríamos una piel estupenda"
Si la escritora Colette hubiera leído esto.......